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Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) pretenden acabar con la pobreza, proteger el planeta y garantizar que para 2030 todas las personas disfruten de paz y prosperidad. Los objetivos son adoptados por las Naciones Unidas y son 17, centrados en diferentes áreas.

Erradicar la pobreza en todas sus formas sigue siendo uno de los mayores retos a los que se enfrenta la humanidad. Aunque el número de personas que viven en pobreza extrema se redujo a más de la mitad entre 1990 y 2015, todavía hay demasiadas personas que luchan por satisfacer esa necesidad humana tan básica.

En 2015, unas 736 millones de personas seguían viviendo con menos de 1,90 dólares al día; muchas carecían de alimentos, agua potable y acceso a la sanidad. El gran crecimiento económico de países como China e India ha sacado a millones de personas de la pobreza, pero el progreso ha sido desigual. Las mujeres tienen más probabilidades de ser pobres porque tienen menor nivel educativo, optan a trabajos peor o no remunerados y poseen menos propiedades que los hombres.

Los avances también son relativos en otras regiones, como el sur de Asia y el África subsahariana, donde se encuentra el 80% de las personas que viven en la pobreza extrema. Las nuevas amenazas provocadas por el cambio climático, los conflictos y la inseguridad alimentaria hacen que sea aún más necesario trabajar para sacar a la gente de la pobreza.

Los ODS son un firme compromiso a poner fin a la pobreza en todas sus formas y dimensiones para 2030. Esto implica centrarse en los más vulnerables, aumentar los recursos y servicios básicos y apoyar a las comunidades afectadas por conflictos y desastres relacionados con el clima.

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El número de personas desnutridas se ha reducido casi a la mitad en las dos últimas décadas debido al rápido crecimiento económico y al aumento de la productividad agrícola. Muchos países en vías de desarrollo que solían sufrir hambrunas son cada vez más capaces de satisfacer sus necesidades nutricionales. Asia Central y Oriental, América Latina y el Caribe han hecho enormes progresos en la erradicación del hambre extrema.

Por desgracia, el hambre extrema y la malnutrición siguen siendo un gran obstáculo para el desarrollo de muchos países. Se estima que había 821 millones de personas con desnutrición crónica en 2017, a menudo como consecuencia directa de la degradación ambiental, la sequía y la pérdida de biodiversidad. Más de 90 millones de niños y niñas, menores de cinco años, tienen un peso por debajo del límite nutricional. La desnutrición y la inseguridad alimentaria parecen estar aumentando en casi todas las regiones de África, así como en América del Sur.

Los ODS pretenden poner fin al hambre y a la malnutrición para 2030, asegurando que todas las personas -especialmente los niños y niñas- tengan alimentos suficientes y nutritivos todo el año. Esto implica promover la agricultura sostenible, apoyar a los pequeños agricultores y la igualdad de acceso a la tierra, la tecnología y los mercados. También requiere la cooperación internacional que garantice la inversión en infraestructura y tecnología y que mejore la productividad agrícola.

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Hemos hecho grandes progresos contra varias causas de muerte y enfermedades. La esperanza de vida ha aumentado significativamente; las tasas de mortalidad materna e infantil han disminuido, hemos invertido la tendencia del VIH y las muertes por malaria se han reducido a la mitad.

La salud es esencial para el desarrollo sostenible y la Agenda 2030 refleja la complejidad y la interconexión entre ambos. Además, tiene en cuenta el aumento de las desigualdades económicas y sociales, la rápida urbanización, las amenazas al clima y al medio ambiente, la carga continua del VIH y otras enfermedades infecciosas, y los nuevos retos como las enfermedades no transmisibles. La cobertura sanitaria universal será fundamental para alcanzar el ODS 3, que consiste en acabar con la pobreza y reducir las desigualdades. Las nuevas prioridades sanitarias mundiales no incluidas explícitamente en los ODS, como la resistencia a los antimicrobianos, también exigen medidas.

Sin embargo, no vamos por el buen camino en cuanto a alcanzar los ODS relacionados con la salud. Los avances han sido desiguales, tanto entre países como dentro de ellos. Hay una diferencia de 31 años entre los países con la esperanza de vida más corta y la más larga. Y aunque algunos países han logrado avances impresionantes, los promedios nacionales ocultan que muchos se están quedando atrás. Los enfoques multisectoriales, basados en los derechos y sensibles al género son para hacer frente a las desigualdades y construir un sistema que asegure que toda la población esté sana.

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Desde el año 2000, se han producido enormes avances en la consecución del objetivo de la educación primaria universal. La tasa total de matriculación en las regiones en desarrollo alcanzó el 91% en 2015, y el número mundial de niños sin escolarizar se ha reducido casi a la mitad. También se ha producido un aumento espectacular de las tasas de alfabetización, y hay muchas más niñas escolarizadas que nunca. Todos son éxitos notables.

El progreso también ha sido difícil en algunas regiones en desarrollo debido a los altos niveles de pobreza, los conflictos armados y otras emergencias. En el oeste de Asia y el norte de África, los continuos conflictos armados han hecho que aumente el número de niños sin escolarizar. Esta tendencia es preocupante. Aunque el África subsahariana es la región en desarrollo que más ha progresado en la matriculación primaria, pasando del 52% en 1990 al 78% en 2012, siguen existiendo grandes disparidades. Los niños de los hogares más pobres tienen hasta cuatro veces más probabilidades de estar sin escolarizar que los de los hogares más ricos. Las disparidades entre las zonas rurales y urbanas también siguen siendo elevadas.

Lograr una educación inclusiva y de calidad para todos reafirma la creencia de que la educación es uno de los vehículos más poderosos para el desarrollo sostenible. Este objetivo pretende que todas las niñas y los niños terminen la enseñanza primaria y secundaria gratuita de aquí a 2030. También pretende proporcionar un acceso igualitario a una formación profesional asequible, eliminar las disparidades de género y de riqueza, y lograr el acceso universal a una educación superior de calidad.

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Acabar con toda discriminación contra las mujeres y las niñas no solo es un derecho humano básico, sino que es crucial para un futuro sostenible; está demostrado que el empoderamiento de las mujeres y las niñas contribuye enormemente al crecimiento económico y al desarrollo.

El PNUD ha hecho de la igualdad de género un elemento central de su visión y gracias a ellos, hemos experimentado un progreso notable en los últimos 20 años. Ahora hay más niñas en la escuela que hace 15 años, y la mayoría de las regiones han alcanzado la paridad de género en la educación primaria.

Aunque hay más mujeres que nunca en el mercado laboral, sigue habiendo grandes desigualdades en algunas regiones, donde a las mujeres se les niegan sistemáticamente los mismos derechos laborales que a los hombres. La violencia y la explotación sexual, el reparto desigual de los cuidados no remunerados, el trabajo doméstico y la discriminación en los cargos públicos siguen siendo enormes obstáculos. El cambio climático y las catástrofes siguen teniendo un efecto desproporcionado sobre las mujeres y los niños, al igual que los conflictos y las migraciones.

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La escasez de agua afecta a más del 40% de las personas, una cifra alarmante que se prevé que incremente con el aumento de las temperaturas. Aunque 2.100 millones de personas han mejorado el saneamiento del agua desde 1990, la disminución del suministro de agua potable afecta a todos los continentes.

Cada vez son más los países que sufren estrés hídrico, y el aumento de la sequía y la desertificación están empeorando estas tendencias. Para 2050, se prevé que al menos una de cada cuatro personas sufrirá escasez recurrente de agua.

Para conseguir agua potable segura y asequible para todos en 2030 se requiere que invirtamos en infraestructuras adecuadas, que proporcionemos instalaciones de saneamiento y fomentemos la higiene. Es esencial proteger y restaurar los ecosistemas relacionados con el ciclo del agua.

Garantizar agua potable segura y asequible para todos implica llegar a más de 800 millones de personas que carecen de servicios básicos; y mejorar la accesibilidad y seguridad de los servicios para más de dos mil millones.

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En 2015, 4.500 millones de personas carecían de servicios sanitarios gestionados de forma segura (con excrementos eliminados o tratados adecuadamente) y 2.300 millones carecían incluso de la sanidad más básica.

Entre 2000 y 2018, el número de personas con acceso a la electricidad aumentó del 78% al 90%, y el número de personas sin acceso se redujo a 789 millones.

Sin embargo, a medida que la población siga creciendo, también lo hará la demanda de energía barata, y una economía que depende de los combustibles fósiles creará cambios drásticos e irreversibles en nuestro clima.

Invertir en energía solar, eólica y térmica, mejorar la productividad energética y garantizar la energía para todos es vital si queremos alcanzar el ODS 7 para 2030.

La ampliación de las infraestructuras y la mejora de la tecnología para proporcionar energía limpia y más eficiente en todos los países fomentará el crecimiento y ayudará al medio ambiente.

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En los últimos 25 años, el número de trabajadores y trabajadoras viviendo en la pobreza extrema ha disminuido drásticamente, a pesar del impacto de la crisis y recesión económica a nivel mundial de 2008. En los países en desarrollo, la clase media representa ahora más del 34% del mundo laboral, una cifra que casi se ha triplicado entre 1991 y 2015.

Sin embargo, a medida que la economía mundial sigue recuperándose, se observa un crecimiento más lento, el aumento de las desigualdades y del desempleo. Según la Organización Internacional del Trabajo, más de 204 millones de personas estaban desempleadas en 2015.

Los ODS promueven un crecimiento económico sostenible, mayores niveles de productividad e innovación tecnológica. El fomento del espíritu empresarial y la creación de empleo son fundamentales para ello, al igual que las medidas eficaces para erradicar el trabajo forzado, la esclavitud y la trata de seres humanos. Teniendo en cuenta estos objetivos, la meta es lograr la productividad en los puestos de trabajo y el trabajo decente, para todas las mujeres y hombres hasta 2030.

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La inversión en infraestructuras e innovación es un motor crucial de crecimiento económico y de desarrollo. Con más de la mitad de la población mundial viviendo en ciudades, el transporte masivo y las energías renovables son cada vez más importantes, al igual que el crecimiento de industrias nuevas y tecnologías de la información y de la comunicación.

El progreso tecnológico también es clave para encontrar soluciones duraderas a los retos económicos y medioambientales, como la creación de nuevos puestos de trabajo y el fomento de la eficiencia energética. La promoción de industrias sostenibles y la inversión en investigación científica e innovación son formas importantes de facilitar el desarrollo sostenible.

Más de 4.000 millones de personas no tienen aún acceso a Internet, y el 90% están en países en vías de desarrollo. Reducir la brecha digital es crucial para garantizar un acceso a la información y al conocimiento igualitario, así como para fomentar la innovación y el espíritu empresarial.

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La desigualdad de ingresos va en aumento: el 10% más rico tiene hasta el 40% de los ingresos mundiales, mientras que el 10% más pobre solo gana entre el 2% y el 7%. Si tenemos en cuenta el crecimiento de la población, la desigualdad en los países en vías de desarrollo ha aumentado un 11%.

La desigualdad de ingresos ha aumentado a nivel global en las últimas décadas, pero a diferentes velocidades. Es más baja en Europa y más alta en Oriente Medio. Estas disparidades son cada vez mayores y por ello, requieren políticas contundentes para empoderar a las personas con pocos ingresos y promover la inclusión económica de todos, independientemente del sexo, la raza o la etnia.

La desigualdad de ingresos requiere soluciones globales. Esto implica mejorar la regulación y el control de los mercados e instituciones financieras, y promover las ayudas al desarrollo y la inversión extranjera directamente en las regiones más necesitadas. Facilitar la migración y la movilidad segura de las personas también es clave para la reducción de esta brecha.

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Más de la mitad de la población vive en ciudades. En 2050, dos terceras partes de la humanidad -6.500 millones de personas- serán urbanas. El desarrollo sostenible no puede lograrse si no transformamos la forma en que construimos y gestionamos nuestros espacios urbanos.

El rápido crecimiento de las ciudades -resultado del aumento de la población y de las migraciones- ha provocado un auge de las megalópolis, especialmente en regiones pobres, en las cuales los barrios marginales se están convirtiendo en una característica inherente a la vida urbana.

Hacer que las ciudades sean sostenibles significa crear oportunidades profesionales y empresariales, viviendas seguras y asequibles, y construir sociedades y economías resistentes. Implica invertir en transporte público, crear espacios públicos verdes y mejorar la planificación y gestión urbana de forma participativa e inclusiva.

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Lograr el crecimiento económico y el desarrollo sostenible requiere que reduzcamos urgentemente nuestra huella ecológica cambiando nuestra forma de producir y consumir bienes y recursos. La agricultura es el mayor consumidor de agua en todo el mundo, y la irrigación se lleva cerca del 70% de toda el agua dulce para uso humano.

La gestión eficiente de nuestros recursos naturales y la forma en que eliminamos los residuos tóxicos y los contaminantes son algunas de las claves para lograr este objetivo. Animar a las industrias, las empresas y los consumidores a reciclar y reducir los residuos es igualmente importante, al igual que apoyar a los países en desarrollo a que adopten modelos de consumo más sostenibles para 2030.

Una gran parte de la población mundial sigue sin poder satisfacer sus necesidades básicas.  Reducir el desperdicio de alimentos per cápita a nivel minorista y de consumidor también es importante para crear cadenas de producción y suministro más eficaces. Esto puede contribuir a la seguridad alimentaria y a la transición hacia una economía más eficaz en cuanto a recursos.

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No hay país que no esté experimentando los drásticos efectos del cambio climático. Las emisiones de gases de efecto invernadero son más de un 50% superiores a las de 1990. El calentamiento global está provocando cambios duraderos en nuestro clima, que amenazan con ser irreversibles si no actuamos ahora.

La media anual de pérdidas económicas derivadas de los desastres relacionados con el clima asciende a cientos de miles de millones de dólares. Esto sin mencionar el impacto humano de los desastres geofísicos, que están relacionados en un 91% con el clima, y que entre 1998 y 2017 mataron a 1,3 millones de personas, y dejaron 4.400 millones de heridos. El objetivo es movilizar 100.000 millones de dólares anuales para hacer frente a las necesidades de los países en desarrollo, tanto para adaptarse al cambio climático como para invertir en un desarrollo más ecológico.

Apoyar a las regiones vulnerables contribuirá directamente no sólo al Objetivo 13, sino también a los demás ODS. Estas acciones también deben ir de la mano de esfuerzos por implementar medidas para actuar ante riesgo de desastres, la gestión sostenible de los recursos naturales y la seguridad humana en las estrategias nacionales de desarrollo. Todavía es posible, con una fuerte voluntad política, un aumento de la inversión y el uso de la tecnología existente, limitar el aumento de la temperatura media mundial a dos grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, con el objetivo de alcanzar 1,5 ºC. Esto requiere una acción colectiva urgente y ambiciosa.

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Los océanos del mundo -su temperatura, su química, sus corrientes y su vida- impulsan los sistemas globales que hacen que la Tierra sea habitable para la humanidad. La gestión de este recurso vital es esencial para toda la humanidad y para contrarrestar los efectos del cambio climático.

Más de tres mil millones de personas dependen de la biodiversidad marina y costera para su subsistencia. Sin embargo, hoy en día vemos que el 30% de las poblaciones de peces del mundo están sobreexplotadas, llegando a estar por debajo de su sostenibilidad.

Los océanos también absorben alrededor del 30% del dióxido de carbono producido por los seres humanos, y estamos viendo un aumento del 26% en la acidificación de los océanos desde el comienzo de la revolución industrial. La contaminación marina, que en su inmensa mayoría procede de fuentes terrestres, está alcanzando niveles alarmantes, con una media de 13.000 piezas de basura de plástico por cada kilómetro cuadrado de océano.

Los ODS pretenden gestionar y proteger de forma sostenible los ecosistemas marinos y costeros de la contaminación, así como abordar los impactos de la acidificación de los océanos. Mejorar la conservación y el uso sostenible de los recursos oceánicos a través del derecho internacional también ayudará a mitigar algunos de los retos a los que se enfrentan nuestros océanos.

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La vida humana depende tanto de la tierra como del océano como medios de vida. La vida vegetal supone el 80 por ciento de la dieta humana, y dependemos de la agricultura como un importante recurso económico. Los bosques cubren el 30 por ciento de la superficie de la Tierra, proporcionan hábitats esenciales para millones de especies e importantes fuentes de aire y agua limpios, además de ser cruciales para combatir el cambio climático.

Cada año se pierden 13 millones de hectáreas de bosques, mientras que la persistente degradación de las tierras secas ha provocado la desertificación de 3.600 millones de hectáreas, afectando de forma desproporcionada a las comunidades más pobres.

Aunque el 15% de la tierra está protegida, la biodiversidad sigue estando en peligro. Casi 7.000 especies de animales y plantas han sido objeto de comercio ilegal. El tráfico de especies silvestres no sólo erosiona la biodiversidad, sino que crea inseguridad y nutre los conflictos y la corrupción.

Hay que tomar medidas urgentes para reducir la pérdida de hábitats naturales y biodiversidad, ya que forman parte de nuestro patrimonio común, apoyan la seguridad alimentaria y del agua a nivel mundial, mitigan el impacto del cambio climático, así como contribuyen a una mejor adaptación al mismo.

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No podemos esperar un desarrollo sostenible sin paz, estabilidad, derechos humanos y una gobernanza eficaz, basada en el Estado de Derecho. Sin embargo, nuestro mundo está cada vez más dividido. Algunas regiones gozan de paz, seguridad y prosperidad, mientras que otras se ven afectadas por ciclos aparentemente interminables de conflicto y violencia. Esto no es inevitable y debe ser abordado.

La violencia armada y la inseguridad tienen un impacto destructivo en el desarrollo de un país, afectando al crecimiento económico, y a menudo dando lugar a agravios que duran generaciones. La violencia sexual, la delincuencia, la explotación y la tortura también son frecuentes cuando los países deberían tomar medidas para proteger a los colectivos más vulnerables.

Los ODS pretenden reducir significativamente todas las formas de violencia y trabajar con los gobiernos y las comunidades para poner fin a los conflictos y a la inseguridad. Promover el Estado de Derecho y los derechos humanos es clave en este proceso, al igual que reducir el flujo de armas ilícitas y reforzar la participación de los países en vías de desarrollo en instituciones de gobernanza mundial.

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Los ODS solo pueden alcanzarse con asociaciones sólidas y cooperación  a nivel mundial. La Ayuda Oficial al Desarrollo se mantuvo estable pero por debajo del objetivo, con 147.000 millones de dólares en 2017. Mientras que las crisis humanitarias provocadas por conflictos o catástrofes naturales siguen exigiendo más recursos financieros y ayudas. Muchos países también necesitan Ayuda Oficial al Desarrollo para fomentar el crecimiento y el comercio. El mundo está más interconectado que nunca. Por ello, mejorar el acceso a la tecnología y al conocimiento es una forma importante de compartir ideas y fomentar la innovación. Coordinar las políticas para ayudar a los países en desarrollo a gestionar su deuda nacional, así como promover las inversiones en los mismos, es vital para un crecimiento y desarrollo sostenibles.

Los objetivos pretenden mejorar la cooperación Norte-Sur y Sur-Sur apoyando los planes nacionales para alcanzar todas las metas. Promover el comercio internacional y ayudar a los países en desarrollo a aumentar sus exportaciones forma parte de un sistema comercial universal basado en normas equitativas, que es justo, abierto y beneficia a todos.

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